lunes, 25 de enero de 2010

Media Maratón de Getafe


Después de mi reciente participación en el Trofeo Páris, con agónica MMP incluída (42:55, superando en ¡un segundo! mi antigua marca), pues uno se emocionó, echó las cuentas de la lechera, y se creyó capaz (bendita ilusión) de correr nada menos que una media maratón a 4:30 / km. La plaza elegida sería la Media Maratón de Getafe, carrera que por recorrido y organización pasa por ser una de las mejores y más rápidas medias madrileñas. Además contaría con la inestimable colaboración de Paco “Malagueta”, pequeño gran corredor en horas bajas por culpa de un pie que le está dando más guerra de la debida, y que se prestó a hacerme de liebre en mi poco meditada intentona de bajar de 1:35. Pegas: después de haber corrido 3 diez miles en 3 semanas (Aranjuez, Sansil y Páris) a tope y buscando marca, no he hecho ni un entreno específico de cara a una media maratón. Y además, por unas cosas o por otras, llevo un 2010 bastante “raro” en lo que a entrenos se refiere: que si me acatarro y me tiro 6 días parado, que si me duele el isquio y corro poquito y suave para no hacerme daño, que si no encuentro el hueco (o las ganas) para hacer series… Y para redondear la receta, esta vez me tomé la típica caguitis previa a una carrera al pie de la letra, y cuando me acosté el sábado por la noche después de una serie de encuentros íntimos con el sr. Roca, tenía dolorosos retortijones abdominales y sudaba como un pollo, con lo que no me dormí hasta cerca de las cuatro de la mañana. Con estos ingredientes en la coctelera, y añadiendo unas gotitas de mi tradicional inconsciencia, ¿a qué ritmo salir? Pues a 4:30, faltaría más, no voy a cambiar mis planes por un quítame allá esas diarreas.

Así que me presento en Getafe sobre las nueve de la mañana del domingo, con una temperatura excelente y el cielo apenas velado por algunas nubes juguetonas: un día ideal para correr. Pronto se va juntando lo más granado de la paquetería del mundo mundial, cada uno con su objetivo y su ilusión. Después de un rato de charla, en el que, cosa rara, nadie sugirió ir a tomar algo ;-), nos vestimos de romanos y a calentar. Durante el calentamiento me preocupa no encontrar a Malagueta, preocupación que se agudiza cuando me coloco en la salida sin haber visto rastro de él. Teniendo en cuenta que su mujer ha salido de cuentas hace 5 días, sé que en cualquier momento una llamada telefónica me puede dejar sin liebre; el caso es que se da la salida, y echo a correr. Solo. Ya nos encontraremos, me digo. De momento me tengo que concentrar en encontrar mi ritmo en estos primeros kilómetros, en los que la aglomeración, los nervios, y la sempiterna mala colocación de los corredores, obligan a zigzaguear un poquillo. A pesar de todo, paso por el 2 en 8:59, casi clavando el ritmo. Camino del 3, Malagueta aparece a mi lado. Estupendo. Pronto se hace cargo de la situación, y empieza a desempeñar de forma impecable su labor de liebre: cantándome el ritmo, “leyendo” el recorrido que conoce a la perfección, dando consejos, animando, cogiendo agua… un auténtico lujo. Los primeros kilómetros van fenomenal. Alguno en bajada, sale casi demasiado rápido, a 4:20. Tenemos tiempo de saludar a Carlos Gebre, que hoy ha abandonado su forzoso dique seco de Ávila para estar con “sus” paquetillos, y a la gran Lola, mujer de Lander, siempre al pie de las carreras con una sonrisa en la boca. Y así, tan contentos, llegamos al km. 10, que paso en 44:53. Vamos de lujo. Me encuentro aparentemente bien, así que comienzo la segunda vuelta al circuito con la moral por las nubes. Cae el 11, el 12, voy manteniendo el ritmo, pero un invitado no deseado, el cansancio, empieza a acampar en mis piernas, y parece que con intención de quedarse. Espero que sea algo momentáneo, me digo. Paco me canta lo que me espera: una subida (leve, pero subida), según él, si la pasamos y llegamos enteros al km. 14, esto está hecho. Pero el cansancio ya ha hecho nido en las piernas, y la cuestecita no hace más que empeorarlo. Mi ritmo ha bajado, lo noto, y el reloj así me lo dice sin ningún miramiento, y lo peor es que noto que las piernas ya no van, han dicho “hasta aquí hemos llegado”, y ahora moverlas hacia delante se convierte en un acto de pura voluntad. Paco se da cuenta, y yo se lo digo: “voy cansado” (forma elegante de decir: estoy jodido), y aquí es cuando agradezco más si cabe su labor de liebre, porque va tirando de mí, avisándome de cada tramo donde puedo recuperar, cantándome cada punto kilométrico con antelación para llevarme un poquito más allá. Gracias a él no tiré la toalla, y traté de mantener el ritmo más alto que era capaz de llevar, sobre 4:40, sufriendo con cada paso, sabiendo que la soñada marca se desangra por momentos y que no podré conseguirla, pero intentando siempre hacerlo lo mejor posible. Llegando al 19, el cansancio es extremo, sólo quiero terminar, apenas alcanzo a decirle a Paco “estoy muerto” pero él me anima, venga que ya estamos, dos kilómetros y además cuesta abajo, venga que ya está. Kilómetro 20, en otras carreras estaría apretando, tengo un buen final y es raro el corredor que consigue pasarme en el último mil, pero hoy me veo superado por racimos de corredores, lo que me desmoraliza aún más si cabe; mis piernas van agotadas, al límite de su resistencia. Se me hace eterno el tramo de calle hasta entrar en el polideportivo, último giro, veo a Gebre y a Lola gritando y haciendo fotos, aún me queda un resto de ánimo para sonreírles (o hacer una mueca que intenta ser sonrisa) y levantar mi puño con rabia, porque esto ya está, ya piso el tartán, la marca se ha ido pero voy a hacer mi segunda mejor media, cojo la mano de Paco y entramos juntos, parando el reloj en 1:36:33.

Paquito Malagueta ejerciendo de liebre. Gracias campeón (Foto cortesía de C. Velayos)




Poco a poco irán llegando el resto de los paquetes, algunos con MMP, otros no, pero todos con esa alegría que caracteriza a este grupo de gentes extraordinarias. Compartiré con ellos unos momentos antes de volver con mis tres devociones, y cuando mi cuerpo se enfríe y solo unas dolorosas agujetas me recuerden que he corrido una media maratón, daré más valor a la marca que he hecho hoy. Que no es más que el punto de partida de un camino que debe acabar, no en una línea de meta, sino en una de salida: la del Gran Trail de Peñalara, el próximo 3 de julio. Ya os contaré...

3 comentarios:

  1. Tras pasar unos días de cierta tristeza por no haber conseguido la marca anhelada, quedan los buenos recuerdos, las impresiones de la carrera y la sensación de haberlo dado todo. Y eso siempre es lo más importante.

    No te quepa la menor duda de que pronto estarás pensando en bajar de... 1h30. Muy pronto y lo sabes.

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  2. Tú mismo das la clave: las competiciones previas. Con una semana de "descanso" antes de la media seguro que hubieras conseguido esa marca que caerá en cuanto te lo propongas.

    Saludos. ;-)

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  3. Tienes razón, Yoku. Han pasado unos días, y voy dando el valor que merece mi tiempo. No fue el deseado, pero sé que lo dí todo, y eso es lo importante, efectivamente. En cuanto a bajar de 1h30... puff, lo veo lejos. Claro que también veía lejos bajar de 1h40...

    Carlos, pues sí, seguramente correr 3 diezmiles a tope en tres semanas estará desaconsejado por cualquier entrenador que se precie, e incluso por el simple sentido común. Pero si tuviera sentido común, no sería un paquete ;-)

    Gracias por la visita.

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